jueves, 17 de mayo de 2007

Botánica


Por su aspecto el aloe parece un cactus, pero en realidad pertenece a
la familia de las liliaceas, como el ajo, el lirio, el espárrago o el
tulipán. Es una especie de las llamadas suculentas, es decir, que
contiene una gran cantidad de jugo. Precisamente ese succus cargado
de extraordinarias propiedades es el que la convierte en la
indiscutible reina de las plantas medicinales.
Ya en 1950 Reynolds describió en un estudio alrededor de 250 tipos
de aloes distintos. Un nuevo recuento realizado en 1998 arrojaba la
cifra de 340 especies. La hibridación por polinización o por
manipulación humana es constante, por lo que el número de nuevas
especies no para de aumentar.
De entre todos los aloes sólo algunos poseen propiedades
terapéuticas (aloe vera barbadensis, aloe arborescens, aloe feroz,
aloe chinensis, aloe socotrina, aloe vulgaris…). En este manual nos
referiremos al Aloe Barbadensis Miller, también conocido como aloe
vera (verdadero aloe), especie que por sus extraordinarias cualidades
centra la mayoría de los estudios, y de la cual se han constatado
mediante multitud de ensayos y análisis bioquímicos que posee un
cóctel de moléculas activas que interacctuan sinérgicamente y
resultan esenciales para la prevención y curación de numerosas
enfermedades y dolencias.
El aloe es una planta que crece espontáneamente en las zonas
rocosas y áridas, normalmente entre los 600 y 1800 m de altitud. Es
muy común en África (de donde procede), especialmente en Provincia
del Cabo (Sudáfrica) y en las montañas del África tropical; también
podemos encontrarlos en algunas zonas de la cuenca mediterránea,
el Caribe, Centro y Sudamérica, China, Tailandia, Camboya, Pakistán
y en algunas regiones de Estados Unidos (Texas, Florida…).
El aloe es una planta herbácea y perenne, de hojas grandes,
alargadas, cóncavas y planas en la parte superior, y convexas en la
inferior, generalmente dentadas y espinosas. La encontramos
dispuesta en roseta o mata, con tallo o sin él. Su inflorescencia parte
de una espiga compuesta por varios racimos largos recubiertos por
un gran número de flores pequeñas y coloridas, normalmente
amarillas, rojas o naranjas.
Su cualidad de planta xerófila la vincula a suelos áridos, bien
drenados y con ligeros desniveles, aunque también pueden crecer en
tierra fértil sin riego, siempre que un talud y un buen drenaje
permitan la eliminación del agua sobrante.
Es, como todas las liliáceas, fanerógama, es decir, posee flores y por
lo tanto puede reproducirse mediante semillas. No obstante, al crecer
en climas adversos y en condiciones difíciles ha desarrollado la
cualidad de producir clones, pequeños retoños que nacen a partir de
la planta madre por el método conocido como vegetativo.
Como ya hemos dicho el aloe es un planta suculenta, y como tal se
encuentra en las regiones semidesérticas, donde las precipitaciones
son escasas y la humedad del suelo baja. Para resistir la sequía el
aloe ha desarrollado una serie de características específicas con las
que solventar sus problemas. Para ello posee una compleja y
eficiente red de pequeñas raíces que absorben rápidamente la
humedad. Sus tejidos celulares son esponjosos y blandos para
almacenar mejor el agua y evitar que se evapore, contienen un
mucílago (sustancia vegetal que tiene la propiedad de absorber el
agua y retenerla) que alimenta a la planta y facilita la fotosíntesis.
Otra característica que favorece la retención de agua son los
estomas, pequeños orificios situados en la superficie de las hojas que
abren para realizar el intercambio gaseoso que origina la fotosíntesis,
y se cierran cuando dicha función ha sido realizada, evitando así la
evaporación. Una particularidad del aloe vera es que, a diferencia de
la mayoría de las plantas, utiliza el día para la absorción de anhídrido
carbónico, mientras que por la noche expulsa oxígeno.
Es muy común confundir los aloes con los ágaves, conocidos
comúnmente como pitas. A diferencia de los aloes los agaves son
duros y fibrosos, con espinas más fuertes y agudas, sólo florecen una
vez a lo largo de su vida y sus hojas jóvenes no se agrupan de forma
cónica.

Fuente: http://www.aloeysalud.com/
Autor: Pedro Sánchez Torrente

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